El viejo actual dilema: “pedían trabajadores, pero llegaban seres humanos”
(Max Frisch)
La generación del dilema
Uno de los grandes dilemas de las últimas décadas sobre las migraciones es regido por el paradigma liberal entre apertura económica y cierre de fronteras, que involucra un serio debate entre necesidad, deseo y utilitarismo de las personas migrantes. Un título de Livi Bacci refleja este dilema “Necesitamos inmigrantes, pero no queremos la inmigración: el futuro de Europa”. Este debate pone sobre la mesa la cuestión ética que debe de reconocer que las personas migrantes no son mercancías y que cualquier visión utilitarista o funcionalista sobre ellos les niega su condición intrínseca de seres humanos. Es un dilema que se produce en un momento histórico particular donde tenemos el conocimiento y sabiduría que el pasado nos otorga, que nos advierte sobre errores que no podemos repetir, pero sobre el cual aún no sabemos qué hacer ni cómo resolver. Estamos en la era de los derechos humanos legado de la segunda guerra mundial y entre estos los derechos de las personas migrantes en sus diferentes definiciones como asilados, refugiados, desplazados, económicos, familiares, estudiantes, trabajadores, por mencionar algunos. Sin embargo, el acceso a los derechos de las personas migrantes queda a disposición de los estados - nación, aspecto que exacerba su propia vulnerabilidad ya que estos responden a las coyunturas económicas y sociales políticas del momento.
El dilema propuesto puede ser analizado desde diversas dimensiones, pero quisiera concentrarme en la dimensión demográfica y la dimensión ética del fenómeno.
La dimensión demográfica y utilitarista
Demográficamente, da cuenta de la intrincada relación entre la necesidad que tienen ciertas sociedades que demográficamente envejecidas y con tasas globales de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo poblacional requieren inmigrantes para, por ejemplo, sostener sus sistemas de transferencias intergeneracionales. En estos destinos, las personas migrantes no solo colaboran en este sentido, sino que también realizan trabajos que los nativos no están dispuestos a hacer o para los cuales están sobre calificados, y brindan entre otras cosas cosmopolitismo y diversidad cultural. En el pasado han contribuido al desarrollo de los países, en Estados Unidos los inmigrantes fueron imprescindibles para la construcción de la red ferroviaria que atravesaría al país, en Argentina y Uruguay la migración italiana y española tuvo un impacto fundamental en su cultura, por mencionar algunos ejemplos. Es en este sentido, que las versiones funcionalistas y utilitaristas de la migración justifican la inclusión de las personas migrantes en virtud de los beneficios que estos pueden dar a las sociedades. Como académicas estamos capacitadas para analizar esto, generar indicadores, realizar diagnósticos y estimar relaciones, sobre la dinámica migratoria y sus impactos. Sin embargo, este esfuerzo parece no ser suficiente porque contra lo que muestran los hechos las sociedades receptoras tienen instaurado el preconcepto de que el inmigrante es una amenaza cultural y económica, visión sesgada según el nivel educativo y edad de las personas.
La postura utilitarista de la inmigración se observa en las políticas migratorias implementadas por los países, las cuales a su discrecionalidad se vuelven más o menos restrictivas según el contexto económico o la ideología política dominante. Cuando se los requiere se los acepta cuando las cosas están mal se los mantiene alejados. Ejemplo de esto son las políticas migratorias restrictivas en Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre o la eliminación de ciertos programas hacia personas solicitantes de refugio en la era Trump, las políticas de retorno voluntario de inmigrantes en España luego de la crisis global de 2008, los sistemas de visa para trabajadores invitados o la apertura alemana hacia la migración calificada cuando comprendió que la necesitaban para lograr el desarrollo y competitividad en un mundo globalizado. La postura utilitarista también se observa en las políticas diseñadas para los migrantes calificados, estudiantes o trabajadores globales y la negación ideológica hacia el inmigrante no calificado a la par de la necesidad que de este tienen. Negación que no hace más que colocarlos en situaciones de vulnerabilidad, como por ejemplo en el lucrativo negocio del tráfico de personas del cual las personas migrantes son víctimas.
La dimensión ética
La dimensión ética del fenómeno deviene de la dimensión utilitarista porque los migrantes son seres humanos con derechos que los países receptores deben garantizar. Hoy en día existe una diversidad de migrantes: refugiados, asilados, desplazados, económicos por mencionar algunos, pero la complejidad es tal que un migrante puede representar más de una categoría al punto tal que las Naciones Unidas han generado el término de “flujos mixtos”. Hoy estamos ante una crisis por el número de desplazados en busca de refugio en todos los continentes. Esta dimensión de las migraciones internacionales no puede ser entendida desde una visión utilitarista, las personas migran en gran medida en búsqueda de algo mejor y los países no pueden cerrarles las puertas. Así, considero que los países antes de pensar y desarrollar sus políticas migratorias desde la dimensión utilitarista deben de hacerlo porque hoy en día, dado el contexto en el que estamos insertos, es lo correcto de hacer, es un tema de ética. Si no partimos desde esa premisa, la mirada hacia la migración utilitaria y funcionalista nos posiciona en el dilema de te necesito, pero no te quiero. Me pregunto, si pensamos, te puedo ayudar y también te necesito, la ecuación creo yo sería más sencilla de resolver.
¿Existe una solución al dilema?
Primero, considero que los y las académicas debemos posicionarnos políticamente sobre el dilema liberal que supone la movilidad de personas, estudiar las causas y consecuencias de esta en términos formales, pero no mantener una posición neutral, así como no la posemos en términos de fecundidad y mortalidad. Tenemos que posicionarnos para no dejar a discreción del momento político los vaivenes de la apertura o restricción de las políticas migratorias, porque muchas veces desde ellos vienen pedidos sobre información para el desarrollo de políticas migratorias, pero estos no se ven reflejados en las mismas. En gran medida el futuro con que la migración se desarrolle y sus impactos, va a depender de la política con que se la aborde, por ejemplo, cual va a ser la posición de los países en recibir a los refugiados sirios o venezolanos ¿va a quedar a discreción de los países cuando claramente el derecho internacional de los refugiados no siempre es ejercido? Debemos tener una postura política que trascienda los aportes económicos, demográficos y culturales que los inmigrantes hacen a las sociedades de destino, la cual considero es que debemos recibir inmigrantes porque es lo correcto y ambos salen beneficiados en dicho intercambio. Quizás sea algo utópico pensar en una normativa global sobre las migraciones internacionales que trasciendan la soberanía de los países sobre decidir que hacer y que en el tema de las migraciones está claramente influenciado por el lobby empresarial y la postura ideológica del gobierno en función. Una normativa que no deje a los migrantes rehenes de estos vaivenes.
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